No me gusta hablar del tema. Porque es doloroso, porque no quiero que me acusen de victimizarme y porque es privado. Bah, eso es relativo, porque hoy salió el recordatorio en Página12 y porque cualquiera puede enterarse si lo googlea.
Un 24 de febrero, de 1977, en plena dictadura, Ana María Caruso y Roberto Eugenio Luis Carri, es decir, mis padres- y de mis hermanas-, fueron secuestrados por fuerzas militares, policiales y paramilitares.
Ese día, -y los siguientes- me fui desprendiendo de mi infancia a fuerza de sufrir la ausencia de mis progenitores. Porque aunque la familia acompañe, no dejamos de sentirnos solas, cuando, siendo niñas, nos arrancaron literalmente de los brazos de quienes nos dieron vida.
Debo decir, también, que sin más trámite nos entregaron a nuestros abuelos paternos cual un paquete, pero sin maltratos (más que el enorme "maltrato" de separarnos de Ana y Roberto).
Debo decir que -ingenuamente aún- con mi hermana mayor, al día siguiente, nos llevamos a la habitación en la casa de mis abuelos el diario La Nación y nos leimos todos los avisos fúnebres. Porque en ese entonces pensábamos que así de lógico era el mundo: que si alguien moría, o lo mataban, iba a aparecer al día siguiente en los fúnebres de La Nación. Pero no. No aparecieron ahí. No aparecieron en ninguna parte, nunca más.
Luego crecimos, cada una de las tres hizo su vida y aquí me tienen, contándoles un pedacito de mí. A veces bien, a veces triste. Como hoy, cuando recuerdo el amor infinito que nos prodigaron y la ausencia de ellos que padezco yo, la ausencia de ellos que padecen sus nietos. Pero recordándolos, a su vez, en el modo de caminar y en la inteligencia de uno de mis hijos. En la vitalidad del otro. En el dejo de rebeldía que me queda cuando preguntan en un documento público si mis padres viven y pongo "no sé" o "desconozco".
Y un último párrafo para los que construyeron, construimos, pese al dolor: Por más cosas que le critique al gobierno actual -y al anterior- lo que hizo por los Derechos Humanos -con más autobombo o menos, con más transparencia o menos- es invalorable. Lo que hicieron y hacen le da mucha paz a mis hijos y a mí.
Lo que hizo mi hermana, Albertina Carri, con su film Los Rubios -aunque haya más o menos acuerdo en su postura- también contribuyó mucho.
Por mi parte, trato de vivir una vida normal. Les aseguro que no es poco.