6 nov 2021

Miscelánea digital

     



     Algunos titulares de mi recopilación de noticias: “repudiable comentario contra un profesor sordo de parte de una directora de Discapacidad”; “el acoso político afecta más a las mujeres”; “Facebook y YouTube eliminan menos discursos de odio que antes”; “de cada 6.000 denuncias por extorsión, sólo 3 llegan a juicio en Ecuador”; “en el 70% de las fotos subidas a Instagram, la gente sale sola”; “Facebook desarrolla un sistema de inteligencia artificial para recordar todo lo que haces”; el sharenting puede provocar desde problemas psicológicos a acoso cibernético; “Thierry Henry cierra sus redes sociales”; la Convención Constitucional chilena “salta la tapa” del Odiómetro que mide picos de discursos de odio en línea en tiempo real; el abuso racista y el acoso en línea provocan el “apagón” de tres días de ligas de fútbol europeas y organizaciones deportivas; “Facebook tardó en contrarrestar desinformación sobre el COVID”. Y así, una lista enorme. Las palabras se repiten en la recopilación de información: racismo, abuso, religión, hostigamiento, orientación sexual, discriminación, ciberbullying, daños, físico, Facebook, Facebook, Twitter, ocasionalmente va asomando Tik Tok… Otro ítem recopilado dice: “Comisión europea+redes sociales”. Hay que estar atentos ahí, ¡se abre una luz de esperanza! Margrethe Vestager, Comisaria de Competencia europea, dijo que regular Facebook podría “durar años” y que hay que “actuar ya” para evitar que cause más daños. Veremos qué pasa. Otras señales para ser optimista: #MeToo, #BlackLivesMatter.

     Debido al libro interminable que estoy escribiendo sobre mi paso por la Plataforma antidiscriminación en el Estado argentino, voy recopilando un montón de información sobre casos y circunstancias del discurso de odio en distintas partes del mundo. Me pareció buena idea compartirles en el párrafo anterior, algunos de esos titulares. Hay también varios casos similares a los que me tocó gestionar en el pasado, cuando recibíamos en la plataforma 1000 denuncias al año y se gestionaban positivamente entre un 70 y un 80%.

     Algunos que hablan de las miserias humanas… de delitos … de discriminaciones basadas en razones sancionadas por la ley antidiscriminatoria...o que vociferan los discursos de odio recibidos…hablan de usuarios/as con angustia y sin saber qué hacer. Pero todos ellos tienen un denominador común. Esas informaciones, al igual que esa realidad que he gestionado durante 7 años de tarea, dicen que si se sigue así, esto no puede sino empeorar. 

     En el medio de la realidad planteada arriba, en ese vendaval que traen las redes sociales, tropiezan y/o caen a su paso también otros/as. Con comportamientos discriminatorios y altos cargos. Muchos caen por, ni más ni menos, no ser inclusivos o empáticos en un mundo que es cada vez más diverso. Por no haberse interesado en incorporar los nuevos paradigmas sociales y culturales. Así, vemos marcas de primera línea que se devalúan a sí mismas por posturas discriminatorias; otras que sufren boicot por idénticas razones; embajadores eyectados de su cargo por parodias estigmatizantes en Tik Tok, mandatarios/as que se desbocan con discursos  ofensivos, desconociendo tradiciones, culturas, orígenes, elecciones personales; miembros del Congreso de diferentes naciones, empresarios/as, periodistas, todos/as señalados por casos de discriminación u abusos que las redes por un lado impulsan con su falta de sanción y por otro amplifican y ponen en primer plano. En Trending Topic, en #hashtag. En el entrevero cada vez mayor que componen los ámbitos online y offline. En ambos planos, ¿hace falta decir que no pueden discriminar, ni avalar discriminaciones, en sus intervenciones o discursos? ¿No ven al menos lo caro que les sale luego?  Todo eso se evita con una capacitación para quienes tienen exposición pública en representación de marcas, organizaciones, etc. De las veces que me han llamado para entrenamientos, nunca me han dicho que no les ha sido útil. Al contrario, mi conocimiento ha sido para sus voceros/as como agua en el desierto. Simplemente porque es necesario saber vivir en un mundo diverso.

     Al hablar de mundo diverso se entiende que, lógicamente, en todos los ámbitos existen personas que son diversas en cuanto a sus características: geográficas o de nacionalidad, corporales, sexo, género, cultura, identidad de género, religión o creencias, edad, discapacidad, condición social, económica, formación. Esas diferencias son parte de la diversidad de las sociedades. Entonces se entiende por diversidad a lo que nos ditingue como personas y nos hace únicos, en términos de género, etnica, orientación sexual, edad, experiencias, expresión de género, estilos de pensamiento y de presentación, entre otros. Pero esa diversidad no implica un trato desigual. Al contrario, la igualdad se reafirma en la diversidad. 

     Ese camino de igualdad en la diversidad que cuesta alcanzar en las sociedades, también se dificulta en Internet.  Si bien hay algunos indicios de que la concientización sobre un trato libre de discriminación aparentemente ha mejorado. Por ejemplo, una encuesta de Unicef de 2020, indica que 9 de cada 10 adolescentes y adultos sostienen que la seguridad en Internet debe enseñarse a todos los chicos y chicas de Argentina.  La mitad de ellos han sufrido algún tipo de hostigamiento o maltrato en redes. A su vez,  las condiciones de uso de las redes han ido evolucionando -pero siempre algunos pasos más atrás de los que imponen las circunstancias-. Mientras,  la violencia en línea sigue aumentando. Y las consecuencias, produciéndose. 

     En el medio entre esa utopía inicial de Internet como espacio de libertad absoluta y este panorama sombrío donde hasta el más optimista sostiene que alguna medida habrá que tomar, se produjo una evolución. Que no bastó. Ese concepto del “vale todo” era defendido por no pocos influencers y especialistas. Cuando creamos la Plataforma, ya tenía la postura que impulsaba algún tipo de defensa ante los ataques. Vale destacar que entonces, hace apenas diez años, Twitter prácticamente no tenía condiciones de uso. Cuando tuve la primera reunión con el VP de la compañía, allá por Abril de 2013, pude manifestarle el panorama que estaba percibiendo en base a los reclamos recibidos y que dio paso a una interacción ante casos de discriminación en Internet, para dar respuesta a los usuarios que nos enviaban reclamos.  

     Hasta entonces, las condiciones de uso de 2009 y las siguientes de 2012, estaban más que nada basadas en derechos y en las adaptaciones necesarias para hacer fluir el mercado publicitario con el que aspiraban monetizar. Pero prácticamente era casi imposible efectuar un reclamo y obtener una respuesta ágil. No estaban enfocados en ello. Vale recordar además que en 2008 fue cuando la plataforma tuvo un salto en su crecimiento. Entre febrero de 2008 y febrero de 2009 la cantidad de usuarios únicos aumentó el 1.382%, siendo la red social que más rápidamente había crecido. Dio también el salto masivo a la web y app. Antes, en 2007, cuando me di de alta en la red, ¡era habitual enviar los twitts vía SMS! En 2007, la mensajería de texto alcanzó un uso del 74% de la telefonía mundial. Nos reuníamos los Twitteros en bares en los que entrábamos cómodamente. Yo estaba en los “recomendados” que promocionaba Twitter en español. Con la masificación y paralelamente, con mi tarea de prevención, cerré la cuenta.  

     No sólo Twitter evolucionó. La masificación de Internet en general y de las redes en particular hizo que comenzaran a evaluarse algunas pautas de uso hacia los usuarios. Ciertas condiciones de esos años suenan ahora hasta candorosas en vistas de lo que vino después. Decían las “nuevas” condiciones de Twitter:  un usuario será considerado spam si utiliza el contenido de otro usuario sin atribuírselo. Y también: será considerado spam por el sólo hecho de ser bloqueado por muchos usuarios. Hay que decir, sin embargo, que al menos en las de 2012 ya se hablaba de cómo enfrentar a situaciones de abuso. No fue hasta agosto de 2013 que Twitter anunciara la posibilidad de un botón de denuncias para casos de abusos y hostigamientos. “Pido disculpas personalmente a las mujeres que han sufrido abusos en Twitter, por todo lo que han tenido que pasar. El abuso que han recibido no es aceptable en el mundo real, y no es aceptable en Twitter”,  dijo entonces Tony Wang, gerente general de Twitter en Reino Unido, mediante su cuenta en la red. Allí una activista había recibido en la red enorme cantidad de mensajes misóginos y violentos, debido a una iniciativa por la igualdad de género que había lanzado. Ello motivó la acción en congresistas y demás mujeres con influencia online y offline. Entonces, el tema saltó a los medios. Una vez más, la acción comunitaria cuesta pero sirve. 

     Pero lamentablemente, no pasa lo mismo en cuanto a responsabilidad con una parte del periodismo argentino. La acción comunitaria queda en soledad en las redes ante ciertos  comunicadores “estrella” que prefieren revolcarse en el barro porque les da más seguidores y les infla el ego. Somos todos grandes como para indicar qué hacer, pero da vergüenza ajena a veces verlos/as entrar al ring en lo que entienden como un juego de agresión. Tal vez esperan dar el KO, amparados en que son el cuarto poder. Pero lo único que dejan claro es la falta de ingenio para brindar una respuesta efectiva que, en todo caso, invalide ese maltrato. Y logrando más agresiones futuras que vendrán por parte de esos seguidores discriminadores y ahora también envalentonados. Mejor guardar prueba, reportar y bloquear. ¡El periodismo podría hacer tanto para difundir cuando las redes no gestionan esos contenidos! ¿Es que les da más seguidores -y visibilidad- la pelea? Ok. Pero después no digan que les importa el bien común. Y menos que las redes son cloaca, etc. etc. Tengo también otra mala noticia: a la corta puede que les resulte mejor, pero a la larga no comprometerse con un mundo diverso, los devaluará como profesionales y como personas. Si no me creen pregúntenle a la cantidad de periodistas cancelados, a las empresas. A Starbucks cuando tuvo que cerrar durante un día 8000 locales para brindar capacitación ante un acto de racismo, en 2018. O a Zara cuando le hicieron boicot, luego del intercambio en Instagram de una diseñadora de la firma, con contenido discriminatorio por motivos religiosos y por racismo, este año. Y así, la lista es larga. Y costosa. 

     Hay mucho por hacer en pos de la igualdad en el trato online y offline y podría seguir analizando otras evoluciones y defectos en relación a esto en las redes de la última década, pero apuntaba a escribir apenas una miscelánea y ya se me está yendo de las manos. Es que para alguien como yo que ha visto en carne propia  y estudiado en profundidad los avances y retrocesos de las redes en relación a los derechos humanos de sus usuarios, es un poco desesperante que aún no hayamos solucionado la pregunta de cómo hacer de las redes un espacio sin peligros extremos y donde no resulte tan gratuito agredir. Sé que muchos/as especialistas retroceden en su postura de limitar expresiones discriminatorias, cuando los paladines de la utopía de la libertad absoluta mencionan la palabra censura o el término libertad de expresión. Pero ciertos delitos no tienen que ver con ello. Es como decir: “ahh están coartando mi libertad de acción, no me dejan asesinar a alguien”. Por supuesto que no, ubíquese.

     ¿Hay urgencia para mejora la situación de la discriminación y abusos en Internet? Sí. La compleja solución  para mejorarla es una decisión de los Estados al respecto. España tuvo su “carta de derechos” digitales en 2018, Alemania estuvo en la avanzada contra el discurso de odio digital. Hubo regulaciones en multas en Francia, Gran Bretaña. México está debatiendo el tema. En Argentina hubo un intento con la actualización de la llamada ley antidiscriminatoria. En su momento impulsado por Andrés Larroque. Y de paso que se adentran en los derechos de los usuarios, podría observarse con detalle el comportamiento de las redes en relación a los intereses políticos y económicos a los que apuestan. ¿O no bastó con lo de Cambridge Analytica? Difícil ser optimista hoy en relación a la manipulación de información cuando hasta algunas de las compañías que se dedican a constatar la veracidad de informaciones y detectar intereses, son tendenciosas. Tienen intereses allí mismo donde van a chequear. Estamos al horno, dirían en el barrio.

     Pero todo tiene solución menos la muerte, decía mi abuela. Supongamos. En este caso, como para todo problema que se precie, rara vez la solución tiene un solo componente. Para este es necesaria, además de la decisión de los Estados, la acción -¿presión?- por parte de los usuarios. Reclamar celeridad en los mecanismos de denuncia, dejar de seguir, silenciar a quien sea ante abusos y violencia, actuar en conjunto. Apelar a esa Internet colaborativa que supo ser en un principio.

     Alcanzar una mejora en las cloacas que habitan en las redes puede llevar mucho tiempo. Y puede que ahora haya impunidad para los que no entiendan o no quieran ver la igualdad en la diversidad hacia la que se encamina el mundo, pero algún día llegará. Ojalá los gobiernos estén en esa avanzada. Mientras, nos queda tomar acción ante cada discurso de odio en línea. Empatizar con quien está siendo vulnerado en sus derechos. Porque ese/a joven que no puede manifestar su identidad de género en Internet, quien recibe fotos trucadas con contenido erótico, quien es acosada/o y teme por ello moverse libremente ya no en las redes sino también en el mundo tangible, esos somos todos/as/es, porque puede ser cualquiera. Parafraseando a esa canción que escuchábamos cuando adolescentes los de mi generación, esta vez el diario no sí hablaba de ti. Y de mí.