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Dos post de hoy y un hecho de ayer se entrecruzaron en mi mente hace un rato. El primer post es del blog de David de Ugarte y habla del "ombliguismo" de algunos periódicos españoles. Mientras hechos como que Bush va ahora por Pakistán, o la terrible crisis interna (y en cualquier momento externa, porque acaba de expulsar al embajador de EUA allí) que vive Bolivia, la prensa española se dedica desde sus portadas manutinas a temas internos. El segundo post es del blog de Martín Varsavsky y se refiere a la estrechez de los radares que miden la velocidad de circulación en las autopistas. No hay ni un poquito de margen de duda y las multas se acumulan si no vas a los exactos 90 kilómetros (tampoco puedes a ir mucho menos porque es una autopista! el resto se queja...), que demuestran una exigencia cuanto menos inadecuada, sólo comparable al hecho de ayer. Me refiero a la deportación de una ciudadana argentina, específicamente neuquina, que fe retenida (cual un bulto, pero es una persona y ha sido privada de su libertad) en el aeropuerto de Barajas pese a tener los rídiculos requisitos que se piden a los ciudadanos que no pertenecen a la Unión Europea, para ingresar al, desde hace unos años, primer mundo español. Confieso que me gustaría ir de vacaciones a España, pero la verdad que si hay que pasar por momentos así...
La bienvenida autocrítica por parte de algunos, la permanencia de una realidad de esplendor que no sé si está manteniendo, aquel espíritu solidario para con el resto del mundo que supo tener en reiteradas ocasiones de su difícil historia, me remiten a la frase que, acerca de España, pronunciara una vez Fito Páez: "ya volverán a ser lo que eran". Ojalá.