Foto: Angela Urondo.
Hoy fue el día. Hoy fuimos.
Nunca me invitaron a un funeral con tanta anticipación, había pensado (por esos chistes tontos en los que una se refugia para escapar del dolor) cuando recibí hace como 15 días, el mail de mi cuñada, Marta Dillon y de sus hermanos Andrés, Santiago y Juan, en el que nos invitaban a compartir el glorioso momento en que, finalmente -luego de 35 de ser asesinada y desaparecida por la última dictadura militar argentina- los restos de su madre serían despedidos y enterrados en el cementerio de La Reja.
La mamá de Marta, Marta Taboada, abogada y maestra, fue secuestrada el 28 de octubre de 1976 junto a los también desaparecidos e identificados Juan Carlos Arroyo y la embarazada Gladys Del Valle, todos militantes del peronismo revolucionario.
El grupo fue fusilado el 3 de febrero de 1977. Sus restos fueron exhumados del cementerio de San Martín, donde habían sido enterrados como NN en 1984, aunque recién se los identificó en el último año.
Llegó el día y estaban hoy, allí presentes con nosotros, los amigos de mi padre y madre: Eduardo Luis y Lali, Jorge y Susy, Eduardo y Lila, Norma.
La urnita era blanca, con dibujos y apliques de colores, más hermosa imposible.
“Hoy es un día de dolorosa alegría”, dijo el secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, gran amigo junto a su esposa, de Marta Taboada.
Hoy fue el entierro. Hoy, de algún modo, en su urnita blanca volvió Marta Taboada, para descansar en paz.
Lo mejor sobre el tema pueden leerlo en la nota de Raquel Robles: "Porque Marta no es más la hija de una desaparecida, Marta es la hija de Marta Taboada. Que murió fusilada una noche de verano en el barrio de Ciudadela. Junto a otros compañeros y compañeras. Y que será puesta en su última y definitiva morada en el cementerio de La Reja." , sigue aquí.
Y en las dos de Marta. (Uno, Dos: “¿Quién hizo la reducción?”, preguntó, por ejemplo, el empleado del cementerio donde finalmente será inhumada. “El tiempo”, contestamos casi a coro mi hija y yo frente a su mirada atónita mientras mi prima, que nos acompañaba, emitía una breve carcajada. El hombre insistió: “¿Qué cochería la trae?”, “ninguna, vendrá en su urna, montada en un camión y esperamos que acompañada por música y banderas”.