26 jul 2008

Crónica de una presentación

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Allí estaban. Eran Hernán Casciari y su amigo de toda la vida, en el escenario del Teatro Margarita Xirgu, presentando el nuevo libro del blogger: "España, decí alpiste". Entonces “el Chiri” (su amigo) contó: “todo iba bien conmigo, hasta que el gordo Casciari empezó a hablar de mí por internet”. Así que “no me divierte su éxito, para nada” dijo, entre otras cosas. Sin embargo, no había ningún reclamo cuando jugaron, como lo hacían de niños, a “la radio”. Es que el Chiri es para Hernán como su otra mitad. Hasta contó que, algunas veces, cuando tiene que formarse una opinión sobre alguien que está en Argentina, lo llama al Chiri para que él le diga “lo que yo pensaría si estuviera allá” (por estos días, “acá”). Siguió una suerte de reportaje al blogger, donde se habló de las anécdotas de los que se sintieron aludidos en sus descripciones o de cuando casi ningún mercedino entendió la diferencia entre ficción y realidad, en la época en que, en un post “le hizo” tomar cocaína a doña Chichita. O cómo se le dificulta enojarse desde España con alguien que esté en Argentina (“es una cosa muy rara. No le podés poner caras…ni decirle: me voy”).
Las anécdotas –vividas e inventadas- se sucedieron al estilo Orsai. Parecía faltar sólo el número de comentarios (en el blog pasan los 300 por post y obligaron al blogger a habilitar una opción para mostrar sólo los últimos y elegir luego si se desea leer la lista completa).
Algunos de esos comentaristas-lectores -virtuales hasta el día de la presentación, cuando Hernán los vió por primera vez, sentados allí en primera fila- saltaron de la virtualidad para ir (unas horas antes del acto) al Puerto de Buenos Aires y reclamar por la llegada de la cantante (y lectora de Orsai) Laura Canoura, invitada a cantar en la presentación, y que había sufrido un retraso en su viaje desde Montevideo. El blogger radicado en España contó una historia de barcos tomados, de piquetes en la aduana, de corridas contra reloj. No importa si su relato era riguroso con la realidad, entretenía y atrapaba. Y él ya sabe que esos son requisitos fundamentales. La cuestión es que Laura Canoura cantó finalmente un par de tangos, incluido el elegido por Casciari para ese momento, “Los hijos de Gardel”. Pero le dijo que no (“porque vas a llorar”) cuando él le pidió “Nada” (“nada, nada queda en tu casa natal. Solo telarañas que teje el yuyal”). Aunque luego, con Casciari entre bambalinas, le dió el gusto.
También se dieron el gusto Teresita y Graciela, dos admiradoras que hicieron relatos actuados de textos de Weblog de una mujer gorda. “Conversación sobre la edad que desvirgaron a la madre de Sofi” y “El reparto de pizza de los Bertotti” fueron los elegidos.
La presentación, que tuvo de todo, como en un varieté, también dio tiempo para la declaración de amor –que está posteada, y publicada en el final del libro en la edición de papel- del autor a su esposa: “yo sé que me quejo mucho y que extraño todo y que te cuesta soportar mi adolescencia y mi pataleo; yo sé que estás cansada de oirme decir cuánto me gustaba mi otra vida, mi otro siglo, mi otro mundo; y que me paso el día mirando la tele argentina y escribiendo boludeces en contra de España; y que trato que la Nina no aprenda nunca catalán; y diciendo en las sobremesas con amigos que no sabés cocinar ni un huevo frito. Pero una vez cada seis años también soy capaz de decir la verdad. Solamente una vez cada seis años, porque escribir cursi me saca sarpullido. Así que escuchame bien, porque la próxima vez es en el 2012. La verdad, la puta verdad de todo este asunto, –dijo mientras agitaba el libro-, de todo este asunto –volvió a repetir señalando entonces todo su entorno- es que jamás fui tan feliz como en estos años".