"El gobierno federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes". El artículo 25 de la Constitución de la Nación Argentina, que data de 1853 y fue ratificado en la modificación de 1994, constituyó el puntapié para que ciudadanos de toda Europa -aunque principalmente de Italia y España- se instalaran en nuestro pais.
Los inmigrantes, que a principios del siglo pasado se contaban en tres de cada diez ciudadanos, trajeron a la Argentina muchos de los conocimientos sobre oficios artesanales que hoy sufren la extraña ecuación de, por un lado estar en vías de extinción y por otro, ser revalorizados por el auge de los artesanal y la recuperación de lo antiguo.
Algunas de las actividades que florecieron con la moda vintage son las tejedoras y tejedores, ojaladores, bordadores, modelistas, cortadores, costureras de máquina recta, zapateros artesanales y de tango –dentro del rubro indumentaria-. Los tejeros y remodeladores de fachadas, artesanos de vitreaux –en el área de arquitectura y decoración-. Hasta hace un lustro estas ocupaciones estaban en desuso o desocupadas (valga la redundancia). Sin embargo, hoy la ecuación para estos oficios -que requieren por lo general un aprendizaje lento y muy dedicado- es: a mayor edad, mayor cantidad de trabajo. Esto podría explicarse porque los que tienen más años, portan más experiencia en el oficio y son más difíciles de encontrar.
“Nunca pensamos que íbamos a volver a trabajar en lo nuestro. Yo tengo 61 años. Y lo mejor es que la “explosión” no es solo laboral. Es en nuestra creatividad, en nuestras mentes”. La que brinda su testimonio es Mónica, tejedora con más de cuarenta años de oficio. Hasta hace unos años, -“esto despegó hace cuatro años”, cuenta- tejía para toda la familia y daba cursos particulares. Hoy está contratada full time para una firma top instalada en el barrio de Palermo Viejo. Produce quince spencer al mes, ideados por ella misma. Dice entusiasmada que “los empresarios aceptan nuestros diseños, que son bienvenidos en el mercado. Salen de nuestra imaginación para que los use gente joven. Nosotros –repite refiriéndose a los de su generación y con los que comparte el oficio- aprendimos a conjugar experiencia con creatividad. No buscamos los diseños fáciles. Buscamos innovación”. La reocupación laboral se repite en otras personas y en otros oficios.
El diseñador Martín Churba, ducho en el arte de conjugar lo ultramoderno con nuestras raíces autóctonas, reflexiona: “lo que más me interesa de todo esto, es que si estas personas de mayor edad no transfieren su saber a otras personas, tomando el modelo italiano, o sea por un lado aprender y actualizarse y por el otro enseñar, son oficios en extinción”. Opina que “en el fondo faltan articuladores sociales que pongan en contacto a los que saben con los que no saben, para que el oficio se transmita. Muchos jóvenes estarían encantados de aprender un oficio ´artesanal`. Entonces todos estamos interesados en lo mismo. Falta articularnos. Y volver a poner en práctica la vieja manera de trabajar. Donde había un maestro, un oficial y un aprendiz”.
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Alejandro, especialista en molduras, cuenta que “muchas veces los que son más jóvenes no te hacen una modura con muchos detalles. Pero no creo que sea por haraganes, sino porque no siempre les sale algo complicado” . Alberto Delponti, especialista en restauración de frentes y molduras –aunque también escultor y artista plástico-, cuenta que en su amplia experiencia como docente del oficio fue especialmente gratificante su paso en los inicios de la Escuela taller del Casco histórico de la Ciudad de Buenos Aires. “La voluntad de laburo, el respeto y el talento que ví en esos chicos que llegaban a veces colados en los medios de transporte y cuya realidad era socialmente muy dura me parece digna de destacar, de apoyar y de incentivar”, relata. Y completa “recuerdo un pibe que modeló una fuente con una sensibilidad increíble. El era parco para expresarse verbalmente, pero ante mi admiración, recuerdo que me preguntó: ‘qué, esto se puede vender?’” La escuela taller depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y funciona en Moreno 301 y en Brasil 200. Brinda capacitación en las técnicas de restauración imprescindibles para recuperar y conservar edificios patrimoniales. La formación incluye albañilería, moldería y yesería.
Apostando a que la calidad de estos oficios “de antes” incrementen en número de seguidores, no son pocas las escuelas y academias que ofrecen, además de los cursos convencionales, clases de vitreaux, de telar, de cestería y de tejido y hasta proclaman querer resucitar al antiquísimo curso de “corte y confección”.
INFORMACION ADICIONAL:
En la Escuela Taller del casco histórico de la Ciudad de Buenos Aires los cursos duran 4 meses. Hay un turno de mañana y uno de tarde o noche y se dictan 16 horas semanales de enseñanza. La preinscripción es en la calle Brasil 200 y se les asigna prioridad a las personas con alta vulnerabilidad social. El ciclo consta de un nivel introductorio y 3 módulos de especialización en albañilería, moldería y yesería. Los cursos son totalmente gratuitos y para personas de ambos sexos y menores de 60 años.
REGISTRO DE VIEJOS OFICIOS:
El Gobierno de Ciudad de Buenos Aires invita a los vecinos que aun sostengan viejos oficios a sumarse al registro que se está completando, con el objetivo de difundir y facilitar la búsqueda a los que requieran sus servicios.