Gracias, Eduardo Anguita, por esta nota de Miradas al Sur publicada ayer. También por recordar a mamá y papá. Y por haber puesto en palabras lo que a muchos se nos hizo difícil expresar ante ese momento.
"De las tantas coronas florales que poblaban la calle 25 de Mayo al 500 en la madrugada del miércoles pasado, una era la prueba palmaria de que Eduardo Luis se ganaba el mote de bueno por ser bueno y por la existencia del otro. Era una corona austera que decía sólo: Felipe Vallese (h). El próximo 23 de agosto, seguro, Eduardo Luis y Felipe hubieran estado juntos rememorando a Felipe Vallese, porque en ese 23 de agosto se cumplirá medio siglo del primer desaparecido de la resistencia al régimen. Vallese era delegado metalúrgico y lo desaparecieron después del golpe que llevó a Frondizi a la isla de Martín García. Pero no se trataba de un golpe contra Frondizi sino contra los peronistas que habían inundado las urnas para hacer gobernador de la provincia de Buenos Aires a Andrés Framini, el obrero textil que les propinaba un directo al hígado a los azules, los colorados y los marinos que protagonizaban el golpe. Un golpe que llevó a José Alfredo Martínez de Hoz al Ministerio de Economía y dejaba de fachada al radical rionegrino José María Guido, que presidía la Cámara de Diputados. Cuando secuestraron a Vallese, el Pelado Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis se presentaron a los tribunales a pedir por él. Pero su compromiso estaba mucho más allá de los tribunales. Vallese tenía un hijo, que se llamó Felipe y que vivió por años con otro nombre, hasta que con Eduardo Luis se presentó a los tribunales a recuperar su verdadero apellido. Y contra el pronóstico de muchos leguleyos que decían que era un juicio difícil de ganar, Vallese se pudo llamar Vallese. Por eso, esa corona en la mañana húmeda y triste del miércoles 3 tenía el tamaño de la historia". Sigue aquí, en Miradas al Sur.