2 sept 2017

La presencia de la ausencia

Un poema para que aparezcas

¿Dónde está el Brujo?
¿Se quedó durmiendo entre los pinos que bordean el cerro?
¿Juntando hongos en la lomada que está detrás de la casa de Amelia?
No teníamos ventana en ese lugar
había fogón,
y estábamos un poco de prestado
para mi.
Para él todo era nuestro
o de nadie.
Yo camino como si pidiera permiso,
el camina como si el dueño nos debiera algo.
Yo no creo en la magia, ni en los astros.
Casi que no creemos en nada
pero a destiempo del otro.
Casi que somos planos anómalos para los entendimientos cotidianos,
casi que dije te quiero sin querer
porque conozco las diferencias,
y te veo entrar,
y me acurruco en tu brazo con un mapa,
si funcionó de excusa una vez, seguro funciona otra,
y otra.
Tomo el mapa para buscarte, brujo,
en qué camino andarás cortando manzanas para mi,
que le tengo miedo a la noche cuando cae sin luces permitidas,
y me apuro por miedo al tiempo que se pierde, y vos te parás para girar a la luna.
Ahora cierro los ojos y te veo bajando a oscuras el cerro,
mirando con tranquilidad mi impaciencia, contemplando con ternura mi temor a la oscuridad.
Dijeron de vos tanto de todo,
No hablaron de tu ternura.
Yo quiero tu voz para que no sea verdad, para poder seguir creyendo,
porque sino volvés,
sino volvés perdí y tenías razón,
si no volvés y yo vuelvo,
ya no voy a poder creer en nada.
La academia y mis dioses, las ciencias y sus aparadores, los congresos con sus certificados,
Las proclamas y los santos
van a humedecerse,
se van a despintar las paredes,
las caras van a ser iguales/repetidas/mentirosas/de crepe y engrudo.
Si no volvés voy a tener que creer
en las pintadas anónimas, en la poesía.
Porque si la poesía no sirve para gritar que aparezcas,
a esa poesía la rompemos a patadas
y hacemos una nueva que te encuentre,
y construya puentes para tu abrazo tibio.
Si no volvés,
Y no fanfarroneas tus ojos,
y tus consejos sobre las plantas al costado del camino,
voy a tener que creer en hadas y brujos de cuentos libertarios.

     Invoco la voz que evoca a Santiago Maldonado, la de su amiga desolada, porque en tiempos de vida líquida y de quirófanos políticos, la poesía nos acerca al corazón. Este texto es, en ese sentido, un escrito sabio. Y con dolor debo reconocer que sé por experiencia que lo que describe el poema es, lamentablemente, lo que sentirán sus afectos si Santiago no aparece.

     Que aparezca Santiago, ya.