25 jun 2008

Solidez en la vida líquida

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-No, es que va a salir en tapa ese día- dije al pasar.
-En la tapa del del diario?- me preguntaron ellos, con ingenuidad.
-No. No en la del diario -contesté. Y me quedé pensando. La tapa del diario de, por ejemplo, el viernes, todavía no ocurrió. Lo que va a salir en tapa de un matutino, al día anterior es un hecho que todavía no existe. Ni es un hecho aún. Pero, a que hace cincuenta años, eso no era así? Ni tampoco hace veinte. Los temas se veían venir. O es que tardaban en llegar? Las comunicaciones se han acelerado como nadie imaginó jamás. La internet cambió el mundo. En un minuto me entero lo que sucede en la otra punta del mundo. Pero hay algo más relevante para cada cual: en un minuto me entero lo que sucede en mi propia aldea. Me puedo enterar hasta lo que preferí no haberme enterado nunca. Marchamos hacia el fin de la privacidad, hacia la inmediatez más salvaje, hacia una información tan inmediata que en cualquier momento anunciará lo que aún no existe. Y con esa acción lo exorcizamos. O no. Candidatos presidenciales que debaten vía web, renuncias on line, ex parejas que se descubren socializando en Facebook ("Qué cosa tan espantosa está pasando con el bendito Facebook. ¡Qué angustia! Antiguas mujeres que alguna vez amé y luego me hicieron la vida imposible ¡aparecieron de nuevo! Su sitio de reunión es mi cuenta de Facebook"), otros que no contentos con maltratarse personalmente, lo hacen también virtualmente. Todo parece falto de sustancia. Pero no lo es. Porque también, en ese torbellino de inmediatez, en ese abismo de vida líquida a la que la realidad nos empuja como una topadora, puedes recibir la sorpresa de que ese otro a quien quieres, admiras, reprendes, extrañas, entiendes, es el mismo que hace seis meses y que será el mismo cuando pasen años, pese a su propio remolino líquido. Entonces, allí donde "no parece haber ninguna isla estable y segura entre tanta marea", al decir de Bauman, descubres una isla. Pero claro, para ello, sólo hay un requisito indispensable -y en extinción-: ser sólido.