27 abr 2007

El eternauta


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Hoy se cumplen 30 años de la desaparición del historietista argentino Héctor G. Oesterheld. El 27 de abril de 1977 fue secuestrado por orden de la última dictadura argentina y desde entonces su nombre -que debería ser reconocido sólo por sus méritos profesionales y su compromiso con la patria- pasó a integrar la triste lista del "Nunca Más".
Su máxima creación, la historieta "El Eternauta" sería llevada al cine por una productora italiana que está en tratativas con capitales argentinos y con el Incaa para realizar el film en cooproducción. En otro proyecto, la vida de su creador (y de sus 4 hijas y 2 yernos también desaparecidos) será filmada por el director nacional Gustavo Mosquera.
La historia de "El Eternauta" comienza en una casita de Vicente López donde 4 amigos juegan al truco y esa partida es la que los salva de morir por la invasión de extraños copos fluorescentes que mataban al solo contacto.
Oesterheld fue un adelantado no solo en el planteo de algunos episodios de la historieta y sus "coincidencias" con los días que luego le tocaron vivir a Argentina, sino también en cuanto a la necesidad de la inmediatez en la producción. Judith Gociol, biógrafa del autor, dijo que él tenía la capacidad de producir "mucho, rápido y bien".
"El 27 de abril de 1977, Oesterheld fue secuestrado por un grupo de tareas de las Fuerzas Armadas. Según la declaración de numerosos testigos, pasó por los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo, "el Vesubio" y el "Sheraton". En este último, estuvo junto con otros intelectuales y artistas, como Roberto Carri y el cineasta Pablo Szir. Allí le pidieron que se hiciera cargo de una historieta sobre el ejército sanmartiniano. "Lo que hizo fue garabatear para ganar tiempo", cree Martín" y publica Clarín Conexiones. Tiempo que sus captores nunca pensaron otorgarle. Pero Juan Salvo -el personaje central de "El Eternauta" y organizador de la resistencia contra los 'Ellos'- que accede al Continum (dimensión paralela, atemporal), puede todavía convertirse en película, pasear por las calles de Buenos Aires que lo vieron nacer, jugar a los naipes, cantar retruco y alivianar la tristeza de haberse quedado, abruptamente, sin progenitor.