29 ene 2007

Papeleras en Argentina (y papelones)

¿Cuánto papel sería innecesario si no hubiera más diarios? Según Ballmer, lo comprobaremos en 20 años.
Mientras, en Argentina los que se dedican a medios parecen no darle importancia al avance de la informatización en el periodismo. Tampoco a la discusión. En algunos de los blogs más conocidos en medios digitales, que habitualmente tienen un número de comentarios que alcanza las dos cifras, cuando se habla de periodismo digital los comentarios descienden a 2 o 3.

Me resisto a pensar en tener que dejar de observar la imagen de los que se sientan a leer un artículo de fondo con la misma fruición que los más jóvenes se sientan a mirar un film en dvd. Esta costumbre del periódico, no obstante, tiene una contra: delata la edad. La generación de veintialgo no conoce este placer. Hay una posible solución: que los diarios de papel sean, dentro de 25 años aproximadamente, un objeto snob que quede bien comprar cada tanto. Y más que diarios, habría pequeños panfletos propagandísticos de los canales (rss) de noticias.
El rumbo del papel es impredecible y va más allá de Gualeguaychú o Fray Bentos.

¿Qué sería de los pasajeros de un avión si al señor gordo, pasajero frecuente, con un wisky en la mano, le faltara el diario? Peor aún, cómo saber entonces, qué puede suceder en medio de las turbulencias? Ya se sabe, cuando el señor gordo en cuestión deja de leer el diario apaciblemente y levanta la vista, observando alrededor, recién ahí puede confirmarse que hay peligro.
No puedo evitar recordar una anécdota en mi primer lugar de trabajo. Era un estudio jurídico. El abogado dueño del buffet, ante el olvido del personal de limpieza, optó por limpiarse con hojas de las demandas de empleados del entonces FOETRA (federación de obreros y empleados telefónicos de la república argentina). No me pregunten cómo descubrí lo que había sucedido. Pero puedo adivinar, lector, su comentario. Yo también lo pienso. No fue el primero ni el último que se pasó por el culo a los empleados de nuestro pais.
Tampoco puedo olvidar que, durante mi adolescente exilio en el campo, envolvíamos huevos en periódicos y leíamos de reojo las noticias. Que eran primicias de verdad, porque la desinformación allí era casi total.

Entre contaminación, conflictos papeleros, indiferencia bloggera, los diarios de papel resisten. Los online y los blogs avanzan. El que quiera seguir leyendo que lea. Y el que no, no.