22 dic 2006

Dios no escribe con la mano y borra con el codo


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Cada vez que llega Navidad no puedo evitar recordar un cuento de Henry James. La historia habla de una pareja muuuy pobre, que no tenían casi ni para comer. Menos, entonces, para comprarse el obligado regalo navideño. Cada uno, por su parte, pensaba qué hacer.
El no contaba más que con su reloj de bolsillo. Lo había cuidado por tanto tiempo...De pronto, decide venderlo y con el dinero obtenido comprarle a ella una hermosa hebilla para su larga y brillante cabellera. No sabía que ella, por su parte, había decidido vender su melena para poder obsequiarle a él una cadena para su reloj de bolsillo. Luciría tan bien el reloj que a su amado tanto le gustaba, había pensado la mujer.
La noche de Navidad, la hebilla y la cadena pasaron a ser los objetos más obsoletos del mundo. Pero también los más útiles: qué mejor prueba de amor podía existir?
Cada uno había decidido entregarle al otro algo que lo haría feliz. El destino habló. La entrega, estaba hecha...